PANFLAUTA

Cosas, terminadas, cosas feas, lindas, cosas por la mitad, abandonadas, tiradas,
cosas encontradas, pequeñas, boludas, bien cosa mía.

INTENSIÓN DE EXTENSIÓN - Cuentos

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Tio. El futuro Dios está gateando.


Llegará el día en que un tio con un celular y todo el mundo como sus seguidores, harán una comedia digna de filmar por los tres o cuatro que detestan la forma de pensar de tio.
Llegará el día en que los tres o cuatro jugarán una apuesta con el más poderoso ser que hasta ahora se conoce, y perderán.
Tio, es un hombre cuyo perfil en redes sociales es exageradamente el monopolio más grande hasta ahora conocido. Lo que él dice, la gente aplaude. A la hora que él se despierta, lo hacen la mayoría de programas y revistas de tendencias en el mundo. Se han talado amazonas enteras sólo para imprimir notas y libros que hablan de él. La última hectárea talada se la llevó un nota publicada en una famosa revista inglesa, estas últimas palabras han vuelto a abrir el debate. La misma concluye que lo que Tio posee es un Don, que es innato y que con apenas 29 años es dueño de las acciones de las personas en el mundo entero. Literalmente y para dejarlo en claro la nota cierra: el Tio podría cambiar el mundo si supiese la pregunta correcta, seguidamente de un clic.
El poder era inmenso - recuerda el primo-, salir con él nunca terminaba siendo aburrido. Ibamos en el auto mirando para afuera, muchas veces filmando, pero muchas otras más, sólo observando a las personas hacer lo que Tio decía desde el auto. La ciudad muchas veces parecía una coreografía. Por lo general él iba sentado en el asiento de atrás, dejando caer su cuerpo contra la puerta, con las rodillas ya casi en el asiento de conductor y celular en la mano izquierda iluminando su cara. Muchas veces insitíamos en que podría ser una buena aplicación de un spá o solarium, toda esa luz en la cara debería también broncear, suponíamos. Creo que Tio nunca nos escuchó, sino eso se hubiese hecho realidad, todos los científicos del mundo habrían leído ese post y habrían intentado lograrlo hasta conseguirlo.
Era siempre y nada más que su mente y él. En cualquier parte, en todos lados, aunque estuviese durmiendo y en todo lugar. Todo ese poder provenía de esa relación solitaria que usaba para estar en compañia. En aquél tiempo era tímido. No te lo decía en la cara, te lo posteaba, o era por privado. Digo aquél tiempo porque creo que ahora está perdido. Se ha ganado una presión insoportable. Te decía que cuando salíamos nunca nos aburríamos porque él usaba sus post para cambiar la fisionomia de los lugares, los llenaba o los vaciaba. Ponía de moda el plato del día en Buenos Aires y en Londres simultáneamente. Cerraba hoteles gratis, los fines de semana pedía que sólo dejaran entrar a chicas y a los dealers hasta el lunes.
Luego, un sábado se enamoró y se alejó un poco de las fiestas y el poder de sus posteos comenzaron también en las horas del día.
Empezó por ofertas que eran falsas, miles de personas iban a buscar los productos que él nombraba, resultaron muchos videos graciosos de gente enojada, pero los lugares quedaban muy mal parados. Luego una internacional le pagó y lo hizo con ofertas verdaderas, así la gente conocía miles de marcas nuevas a la semana y él terminó siendo rico. Pero luego comenzó a ponerse raro. Ordenaba que todos tengan sexo a la misma hora porque él quería grabar los orgasmos de las mujeres de toda la ciudad, luego fue una guerra de huevos edificios contra edificios y lo último fue a mostrar el culo por la ventanilla del vehículo.
Luego vino más dinero, puso y sacó a legisladores, ministros y a él como presidente. Pero se aburrió rápido y dejó a otro amigo en su lugar. La gente feliz, si él lo hacía, era auténtico y para el mundo estaba correcto. - concluyó el primo.

"El mundo contento" excepto tres o cuatro que han llegado a los medios masivos declarando haber encontrado una carta que envió Tio a su primo; con esta prueba - dicen - quieren hacer que la gente reaccione. "Queremos que el mundo se entere de que está frente a un tipo con ciertos problemas de personalidad y que puede ser peligroso seguirlo al pie de la letra"- declararon los tres o cuatro y muestran una breve cita de la carta que encontraron:

Estoy bien solo, y aunque siempre quise estar así, ahora quiero otra cosa.
Estoy durmiendo a veces, soñando pesadillas siempre.
Las discusiones siempre y con todos, son sobre lo mismo: el mal gasto del tiempo. La pérdida, algo que me obsesiona. Me levanto con la sensacion de que estoy comprando vida con vida, (diez horas todo el año a cambio de algunos días de vacaciones), y que con suerte a la vuelta de la esquina un inesperado chucho de felicidad me sacudirá y el día empezará bien, o quizá la tarde si el chucho resulta en la tarde. La conclusión de noche, cuando vuelvo caminando, es que lo que pasó hoy de mañana, si es que fue el chucho, fue suerte, y que de ella dependo para que los días sean diferentes entre sí. Cuando la conclusión es que esto es una calesita, dejar pasar el tiempo es el aprendizaje más valioso que por estos días reconozco tener. Las cosas se decantan solas, dicho que me hubiese gustado inventar.

La diferencia está en la capacidad de utilizar para nuestro bien, el tiempo que el universo necesita para que las cosas sucedan. Creer y querer. El universo necesita que todos hagámos tanto, que no dejemos nada por hacer. Crecer interiormente depende de ello. Porque es simple.
Viajar. Interesarse. Pensar, y porque malgastar no es culto, aprender a vivir con lo justo. Ser lo suficientemente lúcido y elegante para saber apreciar el lujo, pero también lo suficientemente inocente para descubrir que hay pequeños lujos que son un accidente.
Ser lo que verdaderamente sos, aunque tengas dudas de vos mismo. Es la única manera de vivir más liviano y que las personas también te elijan a vos.

Cuando no me falta inspiración, me falta una hoja. La mente del resto no sé, pero la mía se agarra de todo lo que puede, de todo lo que ve, de todo lo que escucha. De todo lo que recuerda, de la mujer que pasó en la esquina, del detalle de su pelo, mojado un día me dice que ha sido infiel y otra vez, pero otro día, que se enteró de golpe de un velorio. Todo el tiempo es así. Mi función como resto del cuerpo es cinchar para que mi mente no se quede para siempre en algún detalle. A veces como cuerpo, siento que la mente le gana a todos los demás órganos, y termino la mayoría de las veces, utilizando la boca y la nariz para satisfacerla.
Recién cuando el estómago se queja, la mente achica. Boca, nariz y pene descansan. En este cuerpo ahora gobiernan dos.

Los tres o cuatro anti-Tio confiesan que no escatiman en plegarias para que estas y otras palabras halladas en la carta escrita por Tio cuando era joven conmuevan al mundo y éste reaccione. "Que está frente a una persona con un pasado muy extraño. Que el mundo no puede estar dirigido por alguien así y encima gustarles." Declaran también que con el hallazgo de esta carta quieren llegar más lejos y fomentar a leer algo más que un tweet o un post. Luego, irán por más y una vez restablecida la razón, buscarán llevar el caso a la justicia para rápidamente deportarlo a una isla lejos del área de cobertura.



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Buscándome en taxi.-

Era la sensación número ocho en el día de que no estaba haciendo algo malo.
Llevaba la cuenta porque hacía un tiempo que la idea se había instalado en mi cabeza. Pero igual me dolió. Es impredecible saber a dónde vas a terminar cuando empezás a quererte un poco más.
Pero es cierto que por el camino quedan cosas. Como pasó esta tarde en la esquina de la rambla y Jackson. La charla fue ensayada pero terminó siendo más corta de lo que tenía en mi guión mental. Dicen que las parejas se terminan de conocer cuando terminan. Tal vez sea cierto. Yo puedo decir que nunca había visto a una boca tan linda escupir fuego. Para despedirme hice las cosas lo más rápido que puede. No me iba contento, así que levanté un brazo y vino el taxi.
Me expliqué. Le dije todo lo que pude. Incluso utilizando ejemplos y detalles que me podía haber guardado. Básicamente fue: "No tengo razones por las cuales dejo de ir a una fiesta, simplemente no voy. No le encuentro gracia ni a la mitad de las cosas que escucho y me cansé de esconderme de mis promesas. Vivo más contento siguiendo mis ganas y disfruto más de irme con mis impulsos a pasear por ahí que seguir en esta relación."

Por la ventanilla veo que la gente va, se dirige. Qué suerte ahora que pienso, saber a donde ir. Saber a dónde hay que llegar. Como esta gente que pasa delante mio y sin mirar sigue, sabe que va a llegar. En éste momento, pagaría por esa información. Que alguien me diga, un mandado, una dirección, una ruta. Lo que sea.
Pero qué sería yo con el camino marcado. Quizá la versión feliz que alguna vez soñaron de mí. Esa que nunca fui. Y aún sabiendo esto, no me viene la sensación de estar haciendo algo malo.
Es cierto que a todos nos pasa algo, quizá por eso la gente sale de compras como quien va a buscar una solución a la farmacia, chatea más de lo que habla, almuerza todos los días con extraños, y hasta se tiñe el pelo. Yo tenía que decir, terminar.
No sé cómo se puede vivir con una decisión, al instante tengo que tomar otra, la de si mantengo la decisión que recién tomé. ¡Mantener, eso es, mantener! Mantener implica tiempo, pero ¿cómo saber cuánto tiempo es suficiente?, ¿cómo no perjudicar al tiempo por mantener una decisión?
Mantener quiere decir espero. Esperame, es otra manera de decir te quiero, porque quiere decir vuelvo, voy a estar acá. Por eso creo que mantener es mucho más difícil que estar en un bar rodeado de exs, y mucho más peligroso que confiar.
Qué hay con el futuro de los que no sabemos mantener, o mantenernos. Yo no miento si un día hago una cosa y al otro, otra. Si de mañana te quiero y de tarde no. No mentí de mañana, simplemente no lo pude mantener hasta la tarde. Me convencí mil veces de que tengo que mantener una decisión y fui a buscar eso hasta la mencionada esquina. Quiero saber en cuál se vive mejor. Hasta ahora conozco el no sé. El no sé tiene forma de espejo con puntas. Una forma que permite mirarte en la parte que quieras y tener la respuesta que quieras. Son seis puntas para elegir. Pero siempre te pinchas con una, porque ninguna de las decisiones que están sobre la mesa es completa cuando uno no sabe mantener. Ninguna llena, siempre está la otra, la que queda abandonada mirando de lejos. La que a la larga aparece para pincharte y ya no hay santos que te salven de la confusión.
Sigo el viaje, el taxista parece conocer todo lo que acaba de pasar y no me habla. No puedo decidir si parar o seguir. Entonces convierto al viaje en una metáfora. No sé si debo abandonar otra vez mis pensamientos y volver corriendo hasta la esquina. De nada sirve, me responde como una señal el semáforo que se pone en rojo. Tiene razón. No creo que pueda haberlo hecho mejor. Voy 57 fichas de distancia y sigo sintiendo que todavía, no estoy haciendo algo malo.

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Cotidianas 2

Eran casi las nueve de la noche y el hambre lo estaba matando. Estaba un poco fresco así que volvió a entrar para buscar abrigo. Fue hasta “El petit” un almacén de toda la vida que hacía poco había cambiado de firma y ahora los nuevos dueños afanosos por brindar servicios, lo dejaban abierto hasta las doce.
En la vieja vitrina, pero ésta vez limpia y sin pegotines, estaba una milanesa en dos panes, dos pedazos pequeños de pascualina sin huevo a la vista, un sándwich de pan negro dividido en cuatro triángulos y la novedad anunciada en el pizarrón: Pizza rellena con jamón y queso. Pensó en sacarse la duda y pensó en llenarse con la milanesa. Enseguida calculo los días de esa milanesa y miró buscando galletitas. La pascualina estaba descartada, así que la decisión estaba entre la pizza rellena y el sándwich de pan negro.
Necesitaba decidirse rápido, estaba solo en el almacén y odiaba que lo miraran. Tendría que haberle aceptado el tupper a Lau pensó en ese instante. Pero ya era tarde para eso, así que tenía que decidirse. No se la jugó, en su mente eligió el sándwich de pan negro cortado en cuatro triángulos. Aunque era chico, pensó que era elegante comer dos caminando de nuevo a la oficina y guardar dos para más tarde, se iba a morir de hambre, pero era tener un plan para más tarde.

- Que tal, ¿Cómo está esa milanesa en dos panes, es fresca?
- Si, si…, está riquísima. Es de hoy.
- Bueno... la vamos a probar

Era el eterno conflicto, aquello que era y lo que quería ser. Aquello que pensaba hacer y lo que efectivamente hacía. Salió frustrado, como el feo al salir de la peluquería o como una combinación de ropa que nadie nota. Caminó hacia la oficina tratando de comprender porqué siempre hacía lo mismo, pensaba una cosa y hacía otra, hacía una cosa y pensaba otra, y cómo el trecho entre las dos cosas se hacía cada vez más largo. Una lucha interna interminable.
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Cotidianas

El flaco era muy humano, inocente y de espíritu poeta. Sentía que con sus actos podía afectar a todos y que todo lo afectaba a él. Pero todos los días a las 7:00 sonaba el despertador para recordarle que el traje estaba pronto y que la oficina lo necesitaba “flaco” y atento a las urgencias de sus clientes. Un juego que tenía como condición dejar entre las sábanas sus creencias y sus ganas, para pasar a ser lo que esperaban de él. 
Un juego en donde el espejo era el juez. Medía cuánto se estaba perdiendo a sí mismo y si se le notaba la depresión más ese día que el anterior. A ese juego también se sumaban los sonidos más o menos fuertes de las puertas al cerrar, la cantidad de suspiros para terminar el café con leche. El mismo de siempre, batido de la misma manera por su madre. Por la fuerza y la cantidad de vueltas que daba la cucharita, era inevitable pensar que ése acto de amor, también era una fuente descarga contra la taza de siempre que dice “Buen día Martín” en letra marrón cursiva. En ese café con leche la madre batía las cosas que no sucedieron. La ilusión de un lindo jardín, las promesas sin cumplir del padre y también la cotización del dólar del día. En esos años algo habían podido ahorrar y era la conversación favorita. Pero de mañana no hay tiempo para estos pensamientos, es más importante ahorrarse caras de orto, llegar en hora. Por eso otro día más el café con leche quedo sin terminar.
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Genio

Estaba queriendo encarar, hace años que quiere lo mismo y aunque no lo ha logrado, en su interior tiene claro que es algo que en algún momento va a lograr. A la presión de haber quedado como único encargado del negocio familiar se le sumaba su reciente fracaso amoroso que lo llevó nuevamente a vivir a la casa de sus padres.  Por eso ahora siente que las cosas están cuesta arriba. Más que nunca también por el tiempo, los años empiezan a encontrar un lugar en las preocupaciones de Pablo. Queriendo encarar, el movimiento de las agujas del reloj se siente diferente. Por cada tic, hay tres tac. El tiempo en ese momento le pegaba con lo más duro.
El día antes se levantó y como siempre se vistió rápido y fue a desayunar junto a su madre. Se sorprendieron los dos cuando la rutina fue rota. Ya hacía dos años que Pablo estaba en la casa y ese día llegó antes a la cocina. Ésta vez vio el proceso completo, cómo no dejar grumos en el vascolet y el tiempo justo para que las tostadas no se quemen. Esto también lo tomó como una señal. Ahora la chocolatada le estaba diciendo que era el momento perfecto para hablar con su madre, que lo miraba parada desde la puerta desconcertada por el asunto de la rutina. Hacía dos años que estaba esperando a estar seguro de éste impulso y todo indicaba que había llegado.
El dialogo empezó con vieja, te tengo que pedir un consejo y terminó con hacé lo que te parezca mejor para vos, un beso y un abrazo fuerte. Pablo necesitaba un empujón, buscaba una certeza en las palabras de su madre. Se fue contento a trabajar al taller que era de su padre, liviano, sintiéndose hasta más lindo. Entregó los autos tal como había prometido, se rió más que nunca con los chistes de la radio y una hora antes de cerrar fue a comprar bebida para celebrar. En la única sala con aire acondicionado invitó a sentarse a sus compañeros para contarle la decisión: se van todos a cagar.
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Maldito Walt

No sé qué tiene, pero tiene algo que no he sabido ver en las demás. O por lo menos en las últimas. Tiene esa oportunidad de mi, que me sale de no sé donde y todavía no puedo entender quién se la dio. En definitiva lo que uno compra es la ilusión. 
Los días siempre pasan, eso es algo inevitable. Puede que nos resulten más o menos largos, pero los días pasan. Distinto es con la sensación del transcurso. Al principio largos, eternos, sin piedad. He pasado horas mirando el mismo lugar en el monitor y así mis reflejos mutaron. Estimulado por la desesperación, parecida a la de un perro cuando le van a dar de comer, desarrolle una visión que aún no mirando directamente puedo ver si en el monitor hay acción, si salta la ventanita e incluso distinguir quién me habla de ante mano. También claro, las doscientas veces por tarde que miro el celular. Otras cuatrocientas el mail y para mejorar el suspenso, ahora también Facebook otras cien veces.  En total y sólo en eso he pasado varios días. Esperando.
La diferencia está en que ahora después de tanto tiempo que no sé nada de ella, pude entender que esos fueron los días más lindos, los más divertidos, los más productivos para alguien con miedo a la hoja en blanco. Porque después irremediablemente vienen los días como éstos. En donde no se distingue si es que uno ya está bien así, o es que no importa nada y vaya a saber dónde está todo aquello del torrente sanguíneo, los latidos explosivos y los gestos que guardaba como en cámara lenta.
Miro todo alrededor, lo de las princesas y el palacio sigue siendo un cuento. Maldito Walt, sigo con la vida real.

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Otra típica.

Caminé hacia casa, confundido, rápido, enojado conmigo mismo, me sentía un gil, un novato. Paré a comprar chiclets. Una nueva costumbre, la de comprarlos siempre en el mismo quiosco, confirmó que mi gusto por ser habitué estaba creciendo. Me gusta saludar, buenos días y hasta mañana son dos expresiones que encantan. La rutina de los mismos lugares de siempre para las mismas cosas de siempre, funcionan para mí como una línea de tiempo. Puedo pensar en qué ha pasado por mi vida desde que vi por última vez a tal o cual persona. Qué han sido de mis ganas desde que no veía aquél mozo. Cuánto me habrá crecido el pelo desde la última vez que vi a la de la fiambrería.
Entre a casa, tiré la mochila. De los bolsillos los chiclets, el paquete nuevo y el otro. Sin haberme antes sacado la campera, conecté de nuevo la portátil para releer todita la conversación.
Cuando hable con ella eran las cuatro y media de la tarde. Pero todo empezó de mañana tirando una moneda ¿Me corto el pelo, o lo dejo así? Salió número, así que a las tres de la tarde, me lo fui a cortar.
Estaba esperando ese momento, pero no la podía invitar si me quedaba mal el corte de pelo. Si la peluquera resultaba un desastre y yo ya había quedado desde la mañana en algo, estaba todo mal. Encima los gorros me quedan más feo que el pelo.
Fue por eso que dejé pasar el tiempo con aires de campeón, sin hablarle, hasta después de los tijeretazos. Había esperado ese momento todo el día. Yo sabía que ella no me iba a hablar por primera vez, no otra vez. No como ayer. Ahora era mi turno.
Era viernes, era obvio. De regreso de la peluquería ella ya tenía otro plan. “Me hubiese dicho antes” fue lo último que me dijo antes de desconectarse. Otro viernes de mierda.


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Por culpa de la noche.-

María había perdido cinco kilos desde que dejó con el novio y estaba chocha. La amargura comenzó a desaparecer con cada remerita que ahora sí podía volver a usar. Entonces, claro. La entiendo, está hermosa y piensa que sólo a ella le pasan las cosas. Me cuenta que ya no entiende a sus amigas de toda la vida porque se animó a hacer eso que hace cuatro años que está por hacer. Yo la escucho, y confieso que a veces dudo.
Me cuenta que ahora descubrió que su lugar, es más suyo si es under y que saludar al portero la hace sentir parte de un mundo. Un mundo que todavía no la vio, que no se dio cuenta que está adentro.
María se siente libre; lo grita con un escote cada vez más peligroso. Prueba todo porque dice que así se le abren todas las ventanas, quiere arrancar las bisagras de sus propias puertas para dejar salir eso que según ella siempre lo tuvo dentro. Yo escucho.Ya no puedo parar de imaginarla frente al espejo cambiándose de ropa, probándose mil combinaciones hasta llegar a ésa que no le traiga recuerdos. Esa que nadie haya desnudado.
Por momentos me ahogo en sus cuentos. La veo abrir ambos brazos, mientras imagino como sus recuerdos van amortiguando la caída. Esa caída que quizá es la única forma de vivir sus recuerdos, de terminar con lo que todavía está vivo. 
Entonces el domingo y los reportes de la noche que empiezan a llegar por mensajes de texto. Me toca hacer el papel ingrato del que ríe por todo, aunque me muerda por dentro. Otro domingo, como un dejà vù, me dice que en ese momento María empieza a cruzar otra vez el puente a la esperanza de ser rescatada en una noche.
Mientras acá, con un te quiero apretado entre venas y remeras de la suerte, la escucho. Hace cinco meses que estudio con ella esperando a que llegue el día en que deje para siempre los libros en casa.

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Versus Ring

Qué serían los timbres sin la espera. Ese ring-ring que tanto se hace esperar y que tan bien disimulamos.
Antes pensá lo que quieras, pero cuando le abras la puerta a alguien que te visita por primera vez, hacelo con la mente en cero. Cero preconceptos, cero prejuicios, cero expectativas. En éste punto la diferencia entre las mujeres no radica en ellas. Sino en el lugar que cada uno las pone.
El tema es que ella entró y yo sentí que todo se transformó en vacaciones. Entonces todo era exagerado. Los gestos, las sonrisas, los latidos del corazón. Todo explotaba y yo deseaba un corte de luz, que la llamen por teléfono, que se cuelgue con algún adorno. Algo, lo que fuera que distraiga a la sangre que me corre. Cuando me pongo nervioso empiezo a sentir calor y las orejas me comienzan a arder y se me ponen coloradas y así se ven más grande y me combinan con las medias. Ésta idea me distrajo, creo que lo notó porque yo no podía seguir el hilo de la conversación. Me salió una carcajada de la nada. Estaba nervioso, es cierto, pero ¿quién no se tienta con la idea de que las orejas combinan con las medias?
Me di cuenta y tuve que mentir. El horno no estaba tan fuerte como le mencioné. Pero me sirvió de excusa para hacer todo el pasillo en dos pasos y entrar de nuevo a la cocina. Cuatro horas y medias me había llevado hacer el plato y el postre. Iguales para los dos. Primera coincidencia, así lo veía yo.
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Carcajada atragantada.

-Mirá lo que te traje, mirá lo que te traje.
-Buen día
-Buen día. Un segundito. Mirá lo que te traje, un suplemento con fotos del Che!
-Mirá.
-¿Te acordas?... para hacer el backlight de la entrada.
-Si si, lo que hablamos ayer y antes de ayer, si.
-Es una idea genial, que yo, sinceramente no he visto.
-Bueno... la estética Warhol está bastante usada.
-Si, pero ésta es con fotos del Che y de Luther King y alguno más que hay que pensar. Yo quiero que la gente cuando entre se muera, diga ¡¡¡pahh qué locos!!! Imaginate los clientes..., los descolocas con eso, piensan que es algo totalmente nuevo.
-Si si, yo te entendí la idea.
-Habría que ver otras caras, Gardel puede ser, por ahí tirarnos para los latinos... Claro, solo latinos, el poder de los latinos ¿y cuántos pueden ser?
-Y, si querés Warhol, 4 o 6.
-¿Vos conocés Fire? La agencia argentina.
-Si, si, claro, la conozco.
-Bueno ellos en la sala tienen un Che gigante en rojo. Gigante, gigante en la cabecera de la sala de reuniones. (Juro que le brillaban los ojos)
-Ah mirá.
-Y bueno imaginate, esto acá…, y por toda la agencia. Es impactante. Se muere la gente cuando entra, dice ¡¡pahhh qué es esto!! Ja ja.
-Si si.
-Y bueno hay que pensar en otros. Ahora...¡qué no sean políticos! Imagen política no, porque sino se confunde todo y tendría que poner a Batlle también. Y a todos los representantes de cada partido. Yo no quiero que entre alguno y se caliente, viste...
-Si te entiendo..., lo que pasa que hay gente que puede que no entienda que el Che “decorativo”.
-No no no, político no.
-Y bueno, como que el Che es una ideología política.
-No, no, claro. Pero... Si viene algún blanco se puede enojar.
-Y viste como son, hay gente que no entiende que el Che es un ícono, que ahora es moda y que no es necesariamente político.
-Si tenés razón, y bueno, lo que podemos hacer es hacer ponerlo con otros políticos, con algún colorado y algún blanco.
-Mmmm. No se... No me parece.
-Si bueno, pero imaginátelo bien. No es la foto, sino el efecto ése con colores fuertes.
-Si si, tengo claro lo que querés. Es Warhol.
-Y además lo imprimimos acá en la esquina en A3 y para el backlight yo tengo un amigo.
-Si totalmente.
-Ogilvy por ejemplo tenía un libro con la cara de Mao, y nadie iba a decir que Ogilvy era comunista
- .....
-Es brillante la idea (Sonríe, mira el techo, se alaba. Se acomoda el saco, se ajusta la corbata y se sienta bien en la silla, pequeña, pero al menos, de cuero. Gira su cuerpo petiso hacia la computadora y pone enviar y recibir en el Outlook)
-Yo lo que estoy necesitando es tiempo en arte, porque ahora estamos tapados con lo de verano
-Si si, tranquilo-tranquilo, ni bien puedas mechalo. (Mirando a la computadora, borrando spams)

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Abro el Word

Abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word.
Abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word,

Cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word, abro el Word, cierro el Word.
No se como escribir sin hacerte daño que te quiero, que te extraño horrores, que te pienso todo el día y que cuando me animo, miro tus fotos.
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Apareció esa canción. 

Recuerdo pocas cosas, pero las recuerdo bien. Lo primero es que era domingo y era de noche y era invierno. Estábamos en el cuarto de soltero de mi tío, hablo de unos veintidós, veintitrés años atrás. El recuerdo que tengo más fuerte, además de la canción, era la iluminación, tenue de una lámpara de mesa de luz. Mi tío en ese entonces todavía vivía con mis abuelos.
En una enorme casa, a él le había tocado el cuarto más chico, igual para mi estatura era inmenso. Con ventanas que daban a la calle principal. (Mi abuela siempre gustaba contar que mi tío trepaba la ventana cuando llegaba temprano los domingos de mañana para no despertarlos, pero que ellos en realidad siempre lo escucharon.) Pero al ser un domingo con de éstas características, ningún sonido de auto ni moto se pudo colar por las ventanas.
Lo cierto es que aquel día, en aquel momento en que escuché por primera vez la canción, había una valija abierta apoyada sobre una cómoda de madera oscura. Sobre la cama bien tendida, un montón de camisas a cuadros, tres vaqueros, un paquetito y un morral de cuero. Mi tío esa noche se iba de viaje. Washington por una beca de estudio. Estaba terminando veterinaria.
Recuerdo a mi madre, pegada mi tío para todos lados, doblándole la ropa, hermana, condifente, protectora, mayor. Lo adoraba y lo sigue haciendo.
Hoy al encontrarme con esta canción, entiendo muchas cosas que aquel domingo no supe ver, claro, tenía cinco o seis años. Aunque nunca me perdoné el hecho de no haber preguntado el nombre de aquella canción, haberme fijado en el casete, algo que luego me ayudara a encontrarla. Lo único que me acordé durante estos años era algo así: “las calles de santiago… ensangrentadas”. Tenía idea de quién podía ser, por los gustos musicales que entonces tenía mi tío. Silvio Rodríguez era uno de los tantos y era muy fácil acordarme, se llamaba igual que mi padre y en mi casa también había un casete.
Haberla encontrado y escuchado a esta canción noches atrás, me hizo entender la carga que tenía aquel viaje. Aquel viaje: ir a Washington, capital del capitalismo, para un poeta que estudiaba veterinaria. Por que en realidad mi tío era un poeta, un músico, un loco barbudo, flaco, dueño de la mejor imaginación que en ese momento conocía. Un tipo que le costó algún que otro palazo de los milícos por llevar una pancarta de protesta y otra vez por una bandera de Cuba atada al cuello. Pero como en la casa de mis abuelos había que tener título, se vino a estudiar a Montevideo.
Aquello, no sólo era nuestra despedida por unos meses, era también, en parte, la despedida de muchas creencias, de muchas convicciones. De haber desembocado por un tobogán cortito al sistema.
Pensando más ahora, recuerdo silencios, algunos crujidos del piso de madera, el cierre de un bolso de mano y bajito, de lejos, el informativo que mi abuelo nunca se perdía. Religioso, como también lo era cenar sopa el domingo. Desde una punta a la otra, un aroma comenzó a tomar toda la casa, suave, sano, de zapallo. Todo se mezclo para hacer que aquel domingo fuera como la última página de un libro. De eso ahora no me queda duda.
De un casetero negro salía ésta canción que yo recuerdo haberla tomado muy en serio. Decía cosas fuertes. Primero me entró por la melodía, unas guitarras melancólicas que acompañaban perfecto el clima que se vivía en ese momento. Una introducción perfecta que anuncia que alguien va a cantar en cualquier momento y que cuando lo haga, va a decir algo groso. Yo era muy chico, pero igual aquel tono de voz que salió por los parlantecitos me dejó con los ojos abiertos. Desde muy chiquito yo desarrollé el gusto por la música, papá tenía unos auriculares Philips geniales, gigantes, y en la siesta era lo único que se podía hacer sin hacer ruido. Pero creo que aquella, fue la primera vez que sentí realmente a alguien cantar.
En mi imaginación se mezclaba la letra, las cosas que se escuchaban de la dictadura, los conocidos que estaban presos. Uniformes y una imagen que me había inventado de los chichones que mi tío supo tener. Supongo que sin querer, con ésta canción se hizo el mayor silencio que recuerdo de aquella noche en el cuarto. La escuché enterita, pero lo que me marcó fue aquella palabra. Dura, explícita y nueva para mi: "ensangrentada".
A cuento viene este detalle, que no es menor en el relato. Yo estaba ahí adentro por una sola razón, quería que me trajera un regalo. Tenía pocas horas para convencerlo con caritas de que me trajera una pelota de fútbol americano. Cosa que hizo y que hasta ahora conservo como uno de los cinco mejores regalos que tuve en mi vida.
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Oh mi God

Caminando rumbo hacia una sita a ciegas, prolijo pero con un poco de roce en el cuello de la camisa, Gustavo caminando va. Para cortar de raíz la tristeza del domingo, fue la excusa que pusieron para elegir el día en que se iban a encontrar. Gustavo tenía tanta soledad como para llenar de imanes de deliverys la heladera. Por eso necesitaba que esto saliera bien. Tuvo cuidado en combinarse la camisa con el pantalón y los zapatos, pero le llevó horas hacerlo. Ahora su mente se debatía entre en caminar al ritmo justo como para no llegar transpirado y no llegar tarde. Odiaba llegar tarde, no se perdonaba el hecho de no hacer nada y llegar después de la hora. 
Buscando en los bolsillos, chequeando si no se había olvidado de nada, Gustavo ansioso seguía. A pocas cuadras de lo acordado, deja de pensar en si llegaba tarde o no y empezó a jugar con su cabeza al juego de ¿y que pasa si? Un juego de especulaciones que no podía, no debía jugar en ese momento y lo sabía. Pero como siempre su mente le ganó otra vez y empezó con ¿qué pasa si no me gusta? ¿qué pasa si yo no le gusto?.
Como todo mal cristiano, Gustavo se acuerda de su Dios faltando 5 minutos. Empezó a hablarle, trato de hacer fuerza con su cabeza para llamarlo, era tanta la fuerza que entre cerraba los ojos, como los goleadores antes de cabecear la pelota. Gustavo buscaba dentro de si toda la fuerza, le quería pedir perdón a su Dios por acordarse sólo en los momentos que había que pedir, pero no tenía tiempo para tanto. Entonces cerró más fuerte los ojos, para que su Dios viera cuánto quería ser ayudado.
Gustavo quería enamorarse, quería sentir. A esta altura del camino ya se había olvidado que ésta cita era otra más de las tantas y sin muchos argumentos había decidido que tenía que se la definitiva, se lo había propuesto. Vaya a saber porqué.
Entonces mirando fijo y a lo lejos, apretando los dientes Gustavo juró a su dios que si en este encuentro salía todo bien el,… el,… el.....
No tenía nada por qué jurar, no había nada a cambio. No podía cumplir su promesa, porque no había nada para dar. Entonces otra vez hizo fuerza, no podía creer que no tenía a nada por qué jurar. No había nada que tuviese el suficiente peso para poner el juego a ese pedido.
Un par de guitarras y discos de vinilo a cambio no eran suficientes, no era un trato justo. Su futuro, debiera de costar un sufrimiento mayor a cambio, así lo habían educado, a lo sufrimiento, al dar para recibir. Pero seguía pensando y no encontraba nada. A esta altura su soledad avanzada le había dejado sin nada por qué jurar.-
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